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Persona(je) de la especie humana,que intenta ser feliz, bípedo que camina erguido, con dos agujeros en la nariz, y cerebro de capacidad ilimitada( aunque como toda mi especie mal utilizada)

lunes, 5 de enero de 2009

PARA CLAYTON GILLES


Clayton Gilles,
muchacho canadiense de catorce años que, en enero de 2001, mantuvo una huelga de hambre para reivindicar el derecho a convivir con sus dos progenitores divorciados, y que en la primavera de ese año atravesó todo el Canadá en bicicleta para llamar la atención sobre el problema de los hijos de padres separados.

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ESTA ES UNA CARTA DE UN PADRE O UNA MADRE CUALQUIERA,
QUE A TODOS NOS TENIA QUE HACER RECAPACITAR, Y SER MAS
HUMANOS, Y MEJORES PADRES, Y NO PENSAR SOLO EN NOSOTROS
MISMOS


Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.
Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no
parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca
abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa.
Furioso te levanté por los cabellos y te empujé violentamente para que fueras a

cambiarte de inmediato. Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del
auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente y yo solo te advertí
que no te portaras mal. Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de

mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos unos pantalones
nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus
amiguitos te dije que debías cuidar la
ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para

vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas
delante de mí te indiqué que caminaras erguido. Más tarde continuaste haciendo

ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la
mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa

grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto. Al poco rato mi ira

comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo
de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de
hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido? Luego escuché

unos
golpecitos en la puerta. "Adelante" dije adivinando que eras tú. Abriste muy
despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te miré con seriedad y

pregunté: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste
lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar
para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé y con un nudo en la garganta
percibí la ligereza de tu delgado
cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi
cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba.
"Hasta mañana,
papito" me dijiste. ¿Qué es lo que estaba haciendo?, ¿porqué me
desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona
adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual. Tú tenías unas

cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabías
demostrar amor. ¿Porqué me costaba tanto trabajo?, ¿porqué tenía el hábito de estar
siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba aburriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo
fue que comencé a contaminarme? Después de un rato entré a tu habitación y encendí
una lámpara con cuidado. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba
ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de
un bebé. Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y
dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu
piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí
cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación. Si Dios me escucha y te
permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero
sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi
vida.

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